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A pesar de las fallas
y los daños colaterasles,
seguimos jugando
en la frontera de la pasión.
No hemos aprendido
las lecciones del pasado
y nos desafiamos
sin miedo a caer.
A la orilla del silencio
me clavo en tu mirada
y al ver tu alma transparente
me entrego como piedra.
Lemuel Luna
Camina sigilosa por la revolución del sexo. Saborea las migajas del ayer, residuos de un falso amor en su boca. Juega con su cabello, mirando en ojos ajenos. Busca repetir el placer momentáneo que le brinda el cuerpo; esa entrega en la que amordaza el sentimiento y sodomiza su piel, levanta su pierna y deja ver su lado oscuro. Quiere renacer como fénix de la noche en un chasquido. Sesea a un transeúnte sediento de las ganas, esas mismas que ella tiene. Sólo de pensar ya transpira fuego. Su sudor resbala por la espalda. Él no cede, ha sido un instante en el que el demonio interior vence, ella busca su mirada y él la niega tres veces, como Pedro a Jesús.
Cambio de estado, de la excitación a la calma y de la calma al tormento. Se percata que la gente la observa y mira entre sus piernas. Nota que la bestia a despertado, la está dominando de nuevo. Quiere apagar su mente y busca refugio. Ya no tiene dónde esconderse. Piensa en cosas terribles para calmarla. El miedo la acelera más. La gente grita y se burla.
Mutación. Ella/Él quiere ser ciego para no verse a sí mismo. Una anciana sin rostro viene por Él bailando tango. Quiere seducirlo, Él no quiere y no sabe bailar a su son, pero sin darse cuenta sus pies ya van al ritmo de la melodía. Observa que el monstruo entre sus piernas sigue firme y la mitad de su cuerpo es poseído por las vibraciones del universo. En su gesto se devela el goce, su pensamiento trata de censurarlo. El placer duele.
Un gemido le contesta: No tengas miedo, disfruta el momento. Mira a tu alrededor, hay miles de mandíbulas buscando clavarse en tierra firme. Entrégate a la danza salvaje de la vida. Esparce tu semilla andrógina sobre el universo. De tus fluidos brotará una nueva especie.
Lemuel Luna
El pájaro no quiso que sus alas siguieran atadas a las jaulas de la soledad y se amarró una bolsa de plástico al cuello.
Siguió el ejemplo de su hermano mayor, quien se atravesó un palo en la garganta, el mismo palo donde ambos se besaban en memoria de sus padres, padres que los veían y de rabia asesinaron a sus otros hijos, hijos que murieron comidos por sus padres apenas siendo huevos.
Los que lograron escapar murieron de frió, murieron de hambre, murieron al ver lo cruel que es la vida siendo apenas
simples pájaros.
Lemuel Luna
Hicimos poesía por todas partes. Poesía para llevarla a la pantalla. Fuimos a España en un bocado, amenizamos la migración con música rosa y caminamos tomados de la mano por un pasaje lleno de arte donde fuimos una obra más. Fuimos animales de circo moviéndonos al compás de los bits para descargar miedos y frustraciones. Fuimos espectadores y protagonistas de una noche desenfrenada, sin tabús, sin complejos. Fuimos cerdos degenerados revolcándose en el fango de la sociedad nocturna. Fuimos silencio... sosiego... un café del alba... Fuimos una fiesta de orgasmos sobre el frenesí de la poesía… Fuimos.
Lemuel Luna
Tus ojos
diestros amantes,
verdugos que penetran
en cada comisura de mi cuerpo,
máquinas que desentierran
los espectros de un lúgubre pasado
y rectifican
cada fracción inexacta.
Tus ojos
Exploran mi excitación,
Desnudan mi pensamiento,
Por ellos soy flor de piel.
Tus ojos,
Introspección que me da calma.
Tus ojos
masturban mi sentir,
desatan las palabras
que amordazan mi poesía.
Lemuel Luna
La paz comienza con una sonrisa.
Madre Teresa de Calcuta
Ella sonríe cinco veces al día por cada sentido marchito.
Cuando el beso del dolor toca su mejilla.
Porque se alimenta de la felicidad ajena.
Para encontrarse con su espíritu.
Ella sonríe cuando el mártir se eleva a los pies del edén.
Cuando las revoluciones disparan poesía.
Porque los poetas son mensajes de paz.
Ella sonríe al opuesto que usa la máscara de amigo.
Ella sonríe
y sonríe
y sonríe
y sonríe
y sonríe.
Porque no hay razón para no hacerlo.
Lemuel Luna
Emergí entre cunas de arena
Y el tiempo se tatuó en mí.
Las olas fueron mi despertador,
Intenté correr a él,
pero me cansé
Y me senté a descansar.
Me camuflé de roca
Y el tiempo voló sobre mí.
En tierra me sentí caracol,
En agua pez;
Ahora, sé que soy testudín;
el paso que desespera,
el tiempo que rebasa.
Lemuel Luna
Esta noche cataré el vino de tus labios.
Te seduciré al estilo Casanova.
Te desnudaré sutilmente,
Como el cascanueces a la almendra.
Cortéjame con la cadencia de tu vientre
Ese vaivén que acelera mi pulsión.
Estamparé mis labios en tu cuello
Tu pecho
Tu ombligo
Tus piernas
Y el resto de tu cuerpo.
Mientras tú me penetras el deseo en un suspiro.
Quiero fluir en ti.
Quiero que fluyas en mí.
Quiero que fluya por doquier
el orgón de la noche
Y que el mundo sea voyerista del suceso.
Te hare de mí
y después serás del mundo.
Poesía.
Lemuel Luna
Me prometí no estar al pie del sillón
Desvelando mis horas.
Me juraste que no tardarías,
De nuevo, engañaste:
Al tiempo, a mí y a ti.
Espero ansioso en casa
Y me rindo al tiempo.
Desvelo mis sueños.
Son tuyos mis abriles.
Amanecen mis espantos
Y torturan mi cordura.
El reloj marca las doce y no hay indicio de ti.
Otra vez
Me extinguiré
Con la pasión
A media llama. Lemuel Luna
Si mañana llueve,
deseo cobijarme
con el destilado
vaho de tu piel.
Desembocar
en la exacta latitud
del suspiro y el poema.
Si mañana llueve,
ansío deleitarme
con la trova
de tus palpitaciones.
Y embriagarme
del negriamargo
sabor de tus labios.
Si mañana llueve,
quiero encenderme
con tu aroma
a madera vieja.
Mientras contemplo
la desnudes de tu esencia.
Si ahora llueve,
Diluyo mis palabras en el tiempo
Y habito en ti.
Lemuel Luna